19 noviembre 2010

Poemas del libro Ceremonia del horno

CONTRASEÑA

A Guillermo

Tú y yo temblando
asidos de las manos
aquella oscuridad de casa
nos hacía latir el corazón
más allá de las bocas.

Apuestas:
recorrer todo a oscuras
y dar tres golpes
en el portón del garage.
Esa era la contraseña.

El aleteo de una paloma
rompió el poco valor que atesorábamos
y la caricatura de héroes
se perdió para siempre.




NOCTURNO


En la calle
la silueta de un hombre
guiado por la sombra de unos perros.

Un quejido trepa por las paredes
despierta las tejas de una casa.

Por las rendijas asoman los fantasmas.

Y en el bosquete negro de la ventana
se sostiene mi cuerpo,
atravesado por la noche.



IMAGEN


Sus senos son dos mundos
redondos, melones tiernos.

La abuela tiene un moño regio.
Trato de repetirlo con horquillas.

Por las rendijas se filtra la luz
que acentúa mi rostro.

Me miro y el espejo
devuelve la imagen.




ALGUNAS PREFERENCIAS
A Harry Almela

Amo las manzanas
y por contraste el picor del jengibre.
Me enamoro de los poetas que cocinan
pastas olorosas a albahaca
con ajo y aceite de oliva.
Tomo té de jazmín
con mis pocos amigos.
Gusto de leer en Semana Santa
El viejo y el mar
mientras sueño que Hemimgway
dice bellas palabras para mí.
Tomo vinos tintos, secos,
que suben el rubor hasta mi rostro.

Me levanto de madrugada
y le robo un trozo de queso a la nevera.

He descubierto que el olor de las mandarinas
no perfuma el silencio.



EL BAGRE


En la mesa
el cuerpo del bagre.
Mi padre hunde la navaja
en su abdomen
y la rosa púrpura de sus entrañas
queda expuesta.
Al tasajearlo su cuerpo de acordeón
ofrenda su silencio.

En el sartén,
un sonido de réquiem
da el tono final.

Y un olor a mar cocido
embriaga la casa.



NATURALEZA MUERTA


La vitrina,
sus objetos en reposo.

La jarra verde
de la abuela.

Muda transparencia
del tiempo detenido.



POSTRE


Una botella de vino tinto,
un cesto de cerezas,
tu miel toda
y tu boca mordiendo mi deseo.




INÚTIL

A la memoria de Ramón Suárez Pasquier

Hice todo
para que nos reconocieras.
Magia blanca,
un olor de merengues en el horno
y un pañuelo
que indicaba la paz.

Los años del regreso
no llegaron nunca
a tocar nuestra puerta.

1 comentario:

Nohemí Castro dijo...

Hoy en el taller aprendí,"quien no tiene un patio sembrado en el corazón" y yo en su poema descubro que todos tenemos sembrada una vitrina de la abuela